una mezcla de simpatía con timidez, una belleza de mujer. Ese día llegamos varios, parecíamos una tropa, nos sentamos en los alrededores un rato para descansar y tomarnos un par de cervezas

Serían las once de la mañana y ella, aún preparando todo para empezar a cocinar nos preguntó si queríamos algo de comer. Acto seguido sacó una sopa para que la probáramos: ¡Qué cosa tan rica! y así, de inmediato ya estábamos encargándole el almuerzo.
Gracias a los comentarios de personas que viven en la zona, supimos que el asopado de mariscos de la Sra. Andreína es una maravilla, lamentablemente, ese día no pudimos probarlo porque ella trae todos los productos de Cumaná y esa semana, no había viajado para su tierra.
Tranquila y sin angustia empezó a preparar la comida para este batallón de gente y unos cuantos más que se sumaron al pasar. No hubo persona que no quedara encantada con la preparación de la comida y el gusto tan exquisito que tenía.

Este paraíso culinario le pertenece. Es una especie de carrito sin ruedas que deja atrás a muchos lugares de comida a los que hemos ido. Ella lo mantiene impecable con todo muy bien organizado donde la gran preocupación que salió a relucir, y que ya padecen la mayoría de los venezolanos, era si tenía punto de venta, a lo que nos respondió: “Ahí al frente en la licorería pueden pasarlo y me traen el recibo”.
Bastó y sobró para que todo terminara siendo perfecto.